Francesco Tonucci: "Jugar es una competencia de niños, no de adultos ni de arquitectos
A sus 84 años, el pedagogo y dibujante italiano mantiene intacta su decisión de construir espacios alejados de las prácticas educativas tradicionales y pide recuperar la calle para los más chicos.
Alejado de los modelos estandarizados, este italiano nacido en 1940, sigue convencido de que “cuando los niños se sienten protagonistas, se motivan”. Así lo sostuvo en una entrevista publicada en diario español El País.
Allí le preguntaron si el sistema educativo consigue acabar con las ganas de aprender y la curiosidad. “Eso es indudable”, fue su primera respuesta taxativa. Para fundamentarla, citó el caso de una mamá colombiana a la que su hijo de seis años le había dicho que quería ir solo un día por semana a la escuela, porque “con eso era suficiente para aprender lo que le enseñaban”. El resto de los días, los necesitaba para jugar.
También mencionó a una niña uruguaya de la misma edad que le dijo a su padre que lo que más le gustaba de la escuela era el momento de irse. “No se entiende cómo es posible mantener una estructura que le cuesta tanto al Estado y que prácticamente no le gusta a los niños”, planteó entonces Tonucci.
En la entrevista, el investigador recordó que su padre, un campesino, debió hacer tres veces el primer grado de la escuela primaria porque “de lo que le decía el maestro, no entendía nada”.
“Los niños se aburren en la escuela, y cuando decimos esto, parece algo totalmente normal y aceptable. Bruner, un gran psicólogo estadounidense, decía que esto es un gran problema del que hay que salir a toda costa: si es así, la escuela no sirve, porque si se aburren no aprenden. Desde hace mucho hay estudios que demuestran que no hay una ninguna relación entre el éxito escolar y el éxito en la vida. Y el problema es que estamos formando a los docentes para que hagan este tipo de escuela”, cuestionó.
La escucha como motor de la enseñanza
Respecto de cuál debe ser el rol docente en la escuela, Tonucci destacó la escucha como factor fundamental: “Si yo enseño a todos mis alumnos más o menos de la misma manera, puedo tener en cuenta diversidades. La enseñanza se hace en base a un programa, y este se refleja en los libros de texto. Pero la personalidad de, por ejemplo, Pablo y Ana no existe en esos libros. Y solo podemos acceder a su personalidad escuchándolos de verdad; que es algo que los grandes maestros han hecho siempre”.
Para Tonucci, es importante salir de la idea del aula: no es posible seguir con una estructura donde los niños, y después los chicos, pasan muchas horas cada día, sentados y callados. Que allí pueda suceder algo interesante, me parece absurdo. Ahora, en la educación infantil, y muchas veces en Primaria, se está abandonando ese modelo espacial de filas de pupitres frente a la mesa del profesor, pero de Secundaria en adelante, el aula se ha quedado igual”, enfatizó.
Consultado respecto de si es posible descubrir capacidades y vocaciones en un aula tradicional, el pensador italiano consideró que “la alternativa, para todo este alumnado que transcurre tanto tiempo sentado y con escasa motivación, debería pasar por tener talleres y laboratorios con los que cubrir todas las competencias necesarias: desde las manuales (como mecánica carpintería, huerta...) a las artísticas, científicas o literarias, de manera que cada uno pueda encontrar qué es lo suyo”.
“Yo creo que la escuela no es lugar para los juegos. A la escuela hay que ir para hacer actividades que tengan ese objetivo de desarrollar la personalidad de los alumnos. ¿Por qué? Porque el juego es otra cosa, y los niños tienen que hacerlo fuera de casa y de la escuela, sin adultos que los acompañen, porque es una experiencia fundamental”, introdujo Tonucci.
“No tengo dudas de que jugando los niños aprenden más que estudiando –continuó- y que es la experiencia más importante de la vida. Jugando los niños desarrollan competencias y capacidades de tipo social, cognitivo y emocional, pero hay una condición: que el juego solo es posible en una situación de autonomía. La relación con nuestros niños debe de volver a ser la de ‘te quiero tanto que te dejo salir, y cuando vuelvas me cuentas’, sabiendo que probablemente no lo contarán todo, sobre todo si lo han vivido bien”.
El pedagogo recordó que en 2019, antes de la pandemia, participó en Barcelona de un congreso enfocado en “cómo hacer la ciudad más jugable”.
En ese ámbito, la mayoría de las propuestas giraban en torno a aumentar los espacios de juego, instalar mejores servicios y dispositivos inclusivos. Cuando le tocó exponer, se disculpó por no estar de acuerdo en nada, para luego asegurar que “la ciudad será más jugable cuando no tenga más espacios infantiles, y se reconozca el derecho de los niños a jugar en la calle”.
“Jugar es una competencia de niños, no de adultos ni de arquitectos. Y el juego será inclusivo no porque hemos puesto juegos inclusivos, sino porque los niños juegan entre ellos; la inclusión la garantiza la ausencia