Bastones largos: de Clementina a la Inteligencia Artificial

Lo que tuvimos y lo que quedó trunco por la brutalidad de la dictadura de Onganía, a 59 años de la irrupción violenta en las universidades.

Bastones largos: de Clementina a la Inteligencia Artificial

El hecho ignominioso conocido como La Noche de los Bastones Largos significó un retroceso en materia científica y académica de una nación que ya contaba con dos premios Nobel y sumaría tres más, pese a estos embates de brutalidad en todo sentido.

El régimen cívico militar del general Juan Carlos Onganía decidía el 29 de julio de 1966 ponerle fin a la autonomía de las universidades nacionales y ocupaba por la fuerza cinco facultades porteñas, donde autoridades, docentes y estudiantes resolvieron resistir la medida.

Tras la violenta represión, centenares de científicos se vieron obligados a dejar el país, las universidades se vaciaron de cerebros privilegiados y varios programas fueron disueltos o desmantelados.

Las universidades se vaciaron de cerebros privilegiados y varios programas fueron disueltos o desmantelados.

Entre ellos, el programa informático del Instituto del Cálculo, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, padeció ese factor destructivo y privó a la Argentina de ser pionera en la materia, gracias al impulso con el que había lanzado el primer departamento de computación del país.

Estamos en comienzos de la década de 1960, en una época en que no existían computadoras salvo en instituciones de punta de naciones potencia. La Mercury que llegó a Buenos Aires fue la primera o segunda de Latinoamérica. Los  ingenieros a cargo de operarla la bautizaron La Clementina, porque tenía una cinta sonora de testeo con la música de "oh my darling, Clementine...".

La computación entonces se hacía a mano, sobre la mesa, con calculistas que hacían eso, cálculos. Luego estaban la clásicas máquinas de calcular de escritorio. La computadora introdujo una nueva forma de "cálculo", que incorporaba la lógica por sobre el mero cálculo numérico, es decir, la capacidad de interpretar información.

Impulsado por el "espíritu" del físico y matemático Manuel Sadosky (1914-2005), profesor en la facultad de Ciencias Exactas desde 1958 y creador del Instituto del Cálculo, la Clementina contribuyó al inicio de varios proyectos, muchos de ellos truncos, pero otros que lograron vencer el oscurantismo y sus frutos rinden aún hoy.

En 2011 se conmemoraron los 50 años "de la computación en Argentina” en el Pabellón 1 de Ciudad Universitaria, donde el 15 de mayo de 1961 abrió sus puertas el Instituto del Cálculo. Allí se exhibe parte de lo que quedó de La Clementina, una Mercury Ferranti importada de Inglaterra, que contaba con cinco mil válvulas alojadas en 14 armarios.

Los datos se ingresaban por una cinta de papel perforado y su capacidad de almacenamiento era de 64 k y su memoria de operación era de solo 4k, muy lejos de los 16gb promedio de cualquier PC hogareña actual.

Pero esa multiplicación geométrica de capacidad solo fue posible gracias a que alguna vez se construyeron esos artefactos pioneros. El progreso incalculable de la Inteligencia Artificial, capaz de desarrollarse y mejorarse a sí misma, es producto de avances sin interrupciones desde entonces.

La Noche de los Bastones Largos representa la interrupción de un proceso que pudo llevarnos a liderar desarrollos informáticos.

La Noche de los Bastones Largos representa, entre otras cosas trágicas de nuestra historia, la interrupción de un proceso que pudo llevarnos a liderar desarrollos informáticos y, quien sabe estar hoy compitiendo  de igual a igual con las principales potencias de la industria de la computación y la teconología.

Claro que es contrafáctico, pero el dato de que nuestro país es un gran exportador de conocimiento informático, aplicaciones y juegos, nos da un indicio de que aquel camino segado por la mano iletrada de aquella dictadura pudo habernos conducido a los primeros lugares de una carrera que, claro está, no tiene techo.